Nuestra galaxia, la Vía Láctea
La Vía Láctea que podemos ver en el cielo nocturno es en realidad sólo uno de los brazos espirales de nuestra propia galaxia, que toma, por extensión, el mismo nombre.
Nuestra galaxia es una agrupación de unos 100.000 millones de estrellas en forma de espiral o girándula, cuyas dimensiones se estiman en torno a los 100.000 años-luz y cuyo disco central tiene un tamaño de 16.000 años-luz.
La Vía Láctea, también llamada en España Camino de Santiago, puede observarse a simple vista como una banda de luz que recorre el firmamento nocturno, que Demócrito ya atribuyó a un conjunto de estrellas innumerables tan cercanas entre sí que resultan indistinguibles.
En 1610 Galileo, usando por primera vez el telescopio, confirmó la observación de Demócrito. Hacia 1773 Herschel, contando las estrellas que observaba en el firmamento, construyó una imagen de la Via Láctea como un disco estelar dentro del cual la Tierra se encuentra inmersa, pero no pudo calcular su tamaño. En 1912 la astrónoma Henrietta Leavitt descubrió la relación entre el periodo y la luminosidad de las estrellas llamadas variables cefeidas, lo que le permitió medir las distancias de los cúmulos globulares.
La edad de la Vía Láctea se estima en unos 13 mil millones de años, dato que se desprende del estudio de los cúmulos globulares y que concuerda con el resultado obtenido por los geólogos en su estudio de la desintegración radiactiva de ciertos minerales terrestres.
En busca de la Tierra 2.0
23 de noviembre de 2015: La nave espacial Kepler, de la NASA, es una prolífica cazadora de planetas ubicados fuera de nuestro sistema solar. Desde su lanzamiento, que se llevó a cabo en el año 2009, Kepler ha confirmado más de 1.000 de estos exoplanetas y ha catalogado miles de más planetas candidatos. La colección incluye planetas con densidades mayores que la del hierro y menores que la del poliestireno extruido; planetas más pequeños que Mercurio y más grandes que Júpiter, planetas con un Sol, dos soles ¡e incluso cuatro soles!
La cantidad y variedad de exoplanetas es emocionante para los investigadores pero, de cierta manera, la colección deja algo que desear. La gente común, al igual que los científicos, comparte el deseo de hallar un tipo de mundo en particular (un mundo como la Tierra) que nos hable como no pueden hacerlo los "Júpiter calientes" y los múltiples sistemas de estrellas.
En julio de 2015, la NASA anunció el descubrimiento de Kepler-452b, un exoplaneta algo más grande que 1½ vez el ancho de la Tierra, el cual orbita una estrella de tipo G2 similar a nuestro propio Sol. Y es más, la órbita de Kepler-452b está ubicada en la "Zona Ricitos de Oro" ( "Goldilocks Zone", en idioma inglés) de su sistema estelar, donde la temperatura es justo la adecuada para que exista agua líquida. También se la conoce como la "zona habitable" porque, para que exista la vida tal como la conocemos, es necesario que haya agua.
John Grunsfeld, un administrador asociado del Directorio de Misiones Científicas de la NASA, en las oficinas centrales de la entidad, ubicadas en Washington, DC., afirma: "Este emocionante resultado nos lleva un paso más cerca para hallar una Tierra 2.0".